José Fernández López
AUSTIN, J. L. (1962/2016). Como hacer cosas con palabras. Barcelona: Paidós.
Actualizado: 4 may 2021
La serie de doce conferencias recogidas bajo el título Como hacer cosas con palabras. Palabras y acciones de John Langshaw Austin (1911-1960) ponen de manifiesto una preocupación por el lenguaje en un sentido muy diferente de los paradigmas filosóficos que dominaban los países anglosajones en la mitad del siglo XX. Austin critica que a estos que únicamente se interesan por el lenguaje como un medio descriptivo, con la finalidad de "enunciar algún hecho", cuando existen otros tipos de expresiones lingüísticas que dejaron a un lado. Esto se debe la una diferencia radical entre ambas: que las oraciones (entendidas como proposiciones) tienen valor veritativo, lo que causó una mayor interés por este tipo de lenguaje frente a otras proliferaciones. Austin va a denominar a esta repudia por los enunciados sin una semántica extensional definida falacia descriptiva.
Para un análisis más riguroso, Austin propone hablar de enunciados constatativos para aquellos enunciados que describen un hecho —ya hay enunicados que "no describen o registran nada, y ni son verdaderas o falsas" (p. 49)— y existe otro tipos de expresiones que "el acto de expresar la oración es realizar una acción o parte de ella" (p. 49). Esta segunda obxeción se refiere la enunciados cómo "Te apuesto cinco dólares a que mañana va a llover" (p. 50), que no describen ningún hecho, sino que el hecho es decir la oración. Este tipo de oraciones las denomina cómo realizativas, porque no constatan un hecho, sino que son en sí un hecho. Sin embargo, estas no son constatables en el sentido habitual, porque mientras que las oraciones constatables pueden ser verdaderas o falsas, las expresiones realizativas son efectivas y, por lo tanto, siempre verdaderas; en la medida de que son, son.
Autin ponen de manifiesto que las oraciones realizativas no pueden tener valor veritativo en el sentido habitual, a lo que introduce su doctrina de los infortunios: "la doctrina de las cosas que pueden andar mal y salir mal, en la oportunidad de tales expresiones" (p. 59). Así, el tipo de oraciones como 'Te prometo limpiar el polvo' es afortunada en el momento en que tal promesa es cumplida; y desafortunada si no se cumple. Austin estructura los tipos de infortunio en dos clases: los desaciertos y los abusos. Los desaciertos son todos actos por cumplir una oración realizativa pero no pudo cumplirse por una mala apelación o una mala ejecución; mientras los abusos o insinceros son aquellos actos que a pesar de que formalmente está correctamente realizado, no hay intención por cumplirlo. Un desacierto sería que una persona oficiara una boda diciendo 'Os declaro mujer y mujer' cuando no tiene potestad civil ni religiosa; mientras que un abuso sería tal que 'Prometo serte fiel' sin intención de cumplir la promesa. Esta doctrina se extiende a una clasificación de circunstancias de expresiones realizativas dependientes a sentimientos, intenciones, ... para su fortuna. Por el contrario, introduce a la doctrina las expresiones constatativas dependiendo de la intención del hablante a pesar de ser meras oraciones descriptivas. El fortunio e infortunio afectan tanto la oraciones como 'Prometo X' como 'El gato está sobre lo felpudo', pues las expresión descriptiva puede ser insincera.
Por el contrario, esta distinción inicial realizativo/constatativo se va diluyendo al darse de cuenta de que un enunciado realizativo puede convertirse en un constatativo al pasar, por ejemplo, de primera persona de singular del presente de indicativo a la tercera, como es el caso de ‘Prometo’ a ‘Él promete’. Ante este problema, Austin responde diferenciando entre los realizativos primario o implícito y los realizativos explícitos. Mientras que las expresiones realizativas primarias no ponen de manifiesto un acto del lenguaje, sí que lo implica de forma indirecta. Por ejemplo, "Estaré allí" (p. 117) manifiesta una descripción de futuro, pero que si se da en una cierta forma (entonación decidida con un carácter de promesa) puede ser una promesa. Las expresiones realizativas explícitas como "Prometo que estaré allí" (p. 117) ponen explícitamente la cuestión del hecho lingüístico. Esta diferencia entre realizativos son para Austin una evolución del lenguaje desde una lengua primaria descriptiva a los usos que venimos como los de prometer. La aparición de estos términos en el lenguaje no es simultánea a los constataivos, sino que aparecen como una especialización de las expresiones del primero tipo.
Austin admite que "al embarcarnos en el programa de encontrar un listado de verbos realizativos explícitos, tuvimos la impresión de que no iba a ser siempre fácil distinguir las expresiones realizativas de las constatativas" (p. 150), por lo que sugiere una triple clasificación entre acto locutivo (decir algo es hacer algo), ilocutivo (al decir algo hacemos algo) y perlocutivo (porque decimos algo hacemos algo).
Así, Austin dice que "el acto de decir algo en esta acepción plena y normal" es un acto locucionario; y este acto está constituido por tres [sub]actos: el acto fonético (consiste en pronunciar sonidos), el acto fático (consiste en la pronunciación de ciertos sonidos en cuanto pertenecientes a un léxico y regulados por una gramática) y el acto rético (consiste en pronunciar @dito sonidos con un sentido y con una referencia más o menos determinadas), que se relacionan de forma jerárquica desde el acto fonético, la un conjunto menor que son los actos fáticos, y estos a otro aún menor que son los actos réticos.
Austin introduce entonces la distinción entre pheme y rheme para explicar como una expresiones lingüística puede implicar diferentes sentidos. El pheme es la unidad del lenguaje; su deficiencia típica es la de carecer de sentido. El rheme es la unidad del habla; cuya deficiencia típica es ser vago y oscuro. Entonces, lo que interesa es saber cuando pheme y rheme es el mismo, sea en el sentido de "tipo" o "caso concreto". Pero es importante recordar que uno mismo pheme (ejemplo concreto del mismo tipo) puede ser usado en distintas ocasiones de expresión con un sentido o referencia diferentes. Cuando se emplean phemes diferentes que el mismo sentido y referencia, podemos hablar de actos reticamente equivalentes (en un sentido plano, es el mismo enunciado) pero no del mismo rheme o de los mismos actos réticos (que son el mismo enunciado en otro sentido, en el que importa el uso de las mismas palabras).
El segundo tipo de actos (que es necesariamente simultáneo que el primero) son los actos ilocucionarios, en los que englobamos todos los verbos realizativos explícitos como jurar, prometer o condenar. Es un estado más allá del mero decir, sino que el decir constituye per se el hecho que designa. Sin embargo, introduce el término de fuerza para evitar equívocos que hagan pensar que un acto ilocucionario no es un acto locucionario.
El tercero tipo de actos que presenta Austin son los actos perlocutivos, en los que tales verbos realizativos no so expresan el hecho que se dice, sino que busca una consecuencia ulterior, por ejemplo, cuando aconsejo a una compañera, busco que actúe de acuerdo a lo que dije. En este último tipo de acto también puede ocurrir el infortunio cuando no conseguimos tener cierto efecto en los oyentes o causar un efecto no deseado.
Finalmente, Austin hace una clasificación de los verbos ilocutivos con el fin de que se estudie correctamente las proliferaciones lingüísticas y evitar caer en las pretensiones de los anteriores filósofos del lenguaje: (i) verbos judicativos, que "consisten en emitir un xuizo, oficial o extraoficial, sobre la base de pruebas o razones, respecto de valores y hechos" (p. 200), (ii) verbos ejercitativos, que "consiste en dar una decisión a favor o en contra de cierta línea de conducta" (p. 203), (iii) verbos compromisorios, que consisten en "compremeter a quién lo usa a una cierta línea de acción" (p. 207), (iv) verbos comportativos, que "incluyen la idea de reaccion frente a conducta y fortuna de los demáis, y las actitudes y expresiones de actitudes frente a conducta pasada o inminente del próximo" (p. 207-8) y (v) verbos expositivos, que "suponen expresar opiniones, conducir debates y clasificar usos y referencias" (p. 209).
Austin realiza un gran esfuerzo por ordear nuestras emisiones lingüísticas, pero esta forma de ordenarlos parece un tanto forzosa en los casos de verbos realizativos impuros, y además es totalmente dependiente de que estos se realicen en primera persona. Si pensamos desde otro tipo de emisiones, como los condicionales subjuntivos, estos pueden (sin necesidad de tener un contexto social restringido para su uso) ser buenos usos para hacer diciendo, incluso en términos normativos. Podemos expresar mediante estos nuestras intenciones hipotéticas sin necesidad de incurrir a su doctrina de los infortunios, y permanecer en el campo descriptivo.